viernes, 28 de marzo de 2014
Conscientes de las consecuencias
Como
nos cuesta ser consecuentes con lo que decimos o decimos que queremos
hacer. Es fallo del ser humano el querer con cabeza y el no poder con el
corazón, o quizás no. Los puntos finales a menudo son puntos seguidos, y
cuando queremos continuar escribiendo alguien nos arranca la pluma.
Supongo que la mayoría de las veces es más fácil culpar las
circunstancias, culpar al que escribe contigo la historia,
o simplemente creerte inocente de decisiones tomadas que te hacen
culpable. Construimos nuestros pensamientos a partir de las cosas que
nos rodean, de las personas de las que somos cómplices y de la vida que,
ya sea la que queríamos que fuera o no, llevamos a cuestas todos los
días. Pero ser fiel a esas ideas es mucho más difícil de lo que parece.
El “nunca” es “a veces” y en algunas ocasiones ese “a veces” nos
aportan más a lo largo de la vida que el “nunca”. Porque en determinados
casos los “para siempre” no deberían durar tanto, y porque merece la
pena hacer lo que queremos o lo que nos gustaría, o lo que simplemente
ni atrevemos a soñar, sin pensar en lo que pensábamos ayer, sin
rebobinar en nuestra cabezas ideas preestablecidas que están ahí desde
siempre y por eso las sobrevaloramos. Por eso, de vez cuando, vale la
pena no ser consecuentes, porque serlo siempre nos darían más seriedad
de la que la vida en sí se merece.
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