Tú y yo somos tan simples que disfrutaremos de los
complementos de las cosas grandes. Porque al fin y al cabo las cosas grandes no
significan nada si no hay quién o qué las complemente. Y las palabras más
poderosas y los verbos más deseados de esta vida no son nada sin ellos. Porque
la palabra amistad es tan amplia que intentará abarcar tantos dedos como pueda
para los necios, y quedará escueta cuando se defina en todo su significado
cuando alguien la reclame. El verbo amar no es pleno si no lo complementa otra
alma que ame igual; y reír, que puede ser sólo, pero que se prolonga en varias
caras que lo hacen al mismo tiempo; y unos ojos que pidan perdón no son nada
sin otros que los miren con clemencia.
No estamos hechos para ser o existir en la piel de la
soledad, y ya no digo con semejantes, sino con trocitos de vida, con el aire,
con las ansias, con los retos, con destinos, con la verdad; cualquier cosa que
suponga completar todo lo bueno que por si sólo no sería nada.
Construimos todas esas cosas grandes, a la perfección,
siguiendo el camino correcto pero no nos paramos a pensar que los pedacitos que
los rodean son los que nos ayudan a ser más humanos que personas.
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