lunes, 31 de marzo de 2014

Imaginando realidad



Le encantaba fantasear, sacar de paseo la ilusión de vez en cuando e imaginar cómo sería su casa, de color pintaría la pared, como sería la cocina o si poner alfombra en el salón. Tenía la cabeza llena de ideas, tantas como su mente le derajara dibujar. Pero al final del día, mientras se contaban el uno al otro lo mucho que se querían, se dio cuenta que su hogar estaría donde él le llevara, su cocina sería su boca, su alfombra su pecho, el color de la pared sus ojos y su sofá su hombro. Sólo importaba que en aquellas ideas nunca faltara su presencia.


A ti



A ti, por haberte ido y darme la fuerza que yo gastaba contigo. A ti por vaciar cada hueco de mí de despedidas. Que los otoños ya no me hielan como antes, ni tiñen tan pardos los días. A ti por hacerme mujer a sacudidas de desamor. Del gozo a la amargura, de la exaltación al desengaño, de la sublimación de ser amado al apacigüe forzoso del cuerpo, todos los tiempos, anhelos y nostalgias, todas las emociones que cabían en ti y en mi, que se conviertan en recuerdos, que me marquen alma, que me den alas. Por las noches morenas y  los momentos gastados, para que se hundan las palabras,  para que se hagan melancolía y tu consciencia llore, no por mí, sino por ti. Por ti, y por tus silencios insanos, por mi, y por mis ganas de fantasía. Porque de imposibles me alimentaba y de posibles malvivía. Porque yo pensaba que asumías la humildad de mi querer, y tu pensabas que sin ti no era nada. Por ti hoy mi alegría, por ti mis lecciones bien aprendidas, por ti mi alarde. 

A ti, gracias.



viernes, 28 de marzo de 2014

Razón y ley

Cómo quieres ser mi amiga,
si por ti me perdería,
si confundo tus caricias
por camelo si me mimas.

Pasiòn y ley, difìcil mezcla.


Conscientes de las consecuencias

Como nos cuesta ser consecuentes con lo que decimos o decimos que queremos hacer. Es fallo del ser humano el querer con cabeza y el no poder con el corazón, o quizás no. Los puntos finales a menudo son puntos seguidos, y cuando queremos continuar escribiendo alguien nos arranca la pluma. Supongo que la mayoría de las veces es más fácil culpar las circunstancias, culpar al que escribe contigo la historia, o simplemente creerte inocente de decisiones tomadas que te hacen culpable. Construimos nuestros pensamientos a partir de las cosas que nos rodean, de las personas de las que somos cómplices y de la vida que, ya sea la que queríamos que fuera o no, llevamos a cuestas todos los días. Pero ser fiel a esas ideas es mucho más difícil de lo que parece. El “nunca” es “a veces” y en algunas ocasiones ese “a veces” nos aportan más a lo largo de la vida que el “nunca”. Porque en determinados casos los “para siempre” no deberían durar tanto, y porque merece la pena hacer lo que queremos o lo que nos gustaría, o lo que simplemente ni atrevemos a soñar, sin pensar en lo que pensábamos ayer, sin rebobinar en nuestra cabezas ideas preestablecidas que están ahí desde siempre y por eso las sobrevaloramos. Por eso, de vez cuando, vale la pena no ser consecuentes, porque serlo siempre nos darían más seriedad de la que la vida en sí se merece.

jueves, 27 de marzo de 2014

Amemos con moderación



Tenemos un solo corazón, que bombea constantemente miles de sentimientos. Un solo corazón que puede sentirse triste y contento a la vez. Un corazón que a veces dormimos por miedo, y que a veces compartimos aunque después tengamos que coserlo. Un corazón que a veces calla demasiado, que no sabe enfrentarse a lo que le ocurre. Un corazón que, cuando interviene la cabeza, se queda de actor secundario. El corazón sufre, se alegra, se alborota, se esconde, se para, llora, se confía… Pero no se mantiene indiferente, no podemos conservarlo intacto. Pedacitos de él que una vez regalamos y que ya no sabemos donde están, acelerones de pulso que ya no podemos sentir aunque queramos, paradas de infarto que nos sirvieron para empezar a amar… A veces es necesario meterlo en cama, descansarlo, dejar que la cabeza tome su puesto, para que se rehabilite y que nos pueda seguir en el camino que decidamos coger esa vez, aunque lo volvamos a lastimar. Pero también a veces necesitamos de otro corazón que nos ayude, que lo mime y que sepa ponerlo en pie. Yo lo necesito.

Escenarios vacios

Cuando a penas tenía 8 años mi meta era que el aquel cajón de arena donde jugaba se transformara en la arena de los desiertos de Egipto, tener un gorro y unas bermudas de color beige y desenterrar tantos tesoros como pudiera con el fin de saber más de los que, antes que yo, pisaron aquel lugar. Cuando cumplí los 12 y soplé las velas de mi tarta mi deseo fue ser médico, para complementar mi idea anterior, y además de conocer cómo y quién había habitado lo que yo antes, descubrir porqué se habían ido o al menos consolar el dolor de mis muñecas de trapo cuando se ponían enfermas. Cuando tuve 16 años pensé que estudiar era una perdida de tiempo, cuando podría estar trabajando y ganando algo de dinero para poder irme de casa a los 18, al fin y al cabo tendría la libertad por la que se supone que sería considerada como adulto. Cuando por fin tuve los 18 seguí estudiando hasta los 24.
Cuando quería ser arqueologa pensé que con 24 años ya, toda una adulta, mi vida estaría más que resuelta, y como añoro aquel recuerdo, porque ni siquiera hoy con la ayuda de la imaginación puedo soñar con un puesto de trabajo.
Esto, lo de hoy, es más que una situación difícil en un país, se trata de nosotros, de ti y de mi. No solo de números, estadísticas y perfiles, sino más bien de personas, vidas y supervivencia. 
Cada día recorro cada rincón de mi ciudad, algunos varias veces, con el único pensamiento de sentirme útil, ya sea repartiendo mi vida en papel o enviándola a través de email. A veces pienso en los que fueron compañeros de libros, que ahora se encuentran repartidos alrededor del mundo entero y me gustaría ser tan valientes como ellos. Llenar una maleta con todo lo que quepa en ella y montarme en un avión, da igual el destino, pero no puedo. Y aunque pienso que ellos son valientes, creo que yo lo soy aún más; aún tengo en mi cabeza la idea de poder cambiar la utopía de un trabajo por una realidad, aunque sé que si no llega pronto me cansaré de inventar y añorar lo que nunca ha sucedido. 
Lo que más me asusta de manera estrepitosa no es la situación, ni tampoco el paro, ni la corrupción de este país, ni tampoco los recortes, ni quedarme sin sanidad. Lo que más me asusta somos nosotros. Sí, nosotros, impasibles ante todo, acatando sin rechistar, o más bien rechistando desde nuestro sofá. No están gobernando un país, nos gobiernan a nosotros, deciden en nuestros trocitos de vida, en quien va o no a la universidad en base al salario que reciban tus padres (si tienes dinero no hay problema) y a la beca que estimen oportuna darte o no. Deciden si vives una jubilación a la altura de lo que has trabajado, o si por el contrario eres uno de esos afortunados a los que le van a recortar en la pensión. También decidirán cuando tendremos que ponernos enfermos, porque quizás te venga muy mal acatarrarte a final de mes, es mejor hacerlo a principios que es cuando recibimos la nómina llena de deducciones sociales, sí, sí, esa en la que te retienen para la seguridad social, o si te encuentras en mi situación por favor no te pongas malo.
Lo que quiero decir es que el que calla otorga, y que la pasividad sólo nos hará débiles ante los que nos creen sólo porcentajes. Tenemos vida, aún la tenemos, luchemos por ella, no sólo por la tuya y por la mía, sino por los que antes que nosotros lucharon por lo que creían justo; se lo merecen y nos lo merecemos.
Cada día luchamos por hacer de nuestra vida un escenario, verde, con niños, sin niños, enamorados, alegres, siendo empresarios, amas de casa, felices o simplemente con el consuelo de ser nosotros mismos. Podemos llenarlos, solo necesitamos voluntad y fe en nosotros.