martes, 6 de mayo de 2014

Si puedo elegir, elijo ser feliz.

Cada día, incluso antes de abrir los ojos, tenemos la posibilidad de inventar cualquier historia, no hablo de utopías futuristas, ni tampoco de conseguir ser lo que nunca hemos sido, sino de decidir si poner el pie derecho o el izquierdo primero en el suelo. Si tachar de cruel al despertador o sonreírle por un nuevo día. Si ir a trabajar o acercarnos a por un justificante. Desayunar pan integral o mermelada de fresa.
A veces se nos olvida que esto, la vida, es nuestra, que estaremos por suerte o por desgracia (yo creo que por suerte) en lo más alto y en lo más bajo que podamos imaginar. Si hoy llueve, mañana hará un sol que nos calentara el alma entera, de pies a cabeza, y entonces no tendremos de que quejarnos. Porque como muchos otros ya nos han dicho antes, la vida son ciclos, etapas, tan ligadas a nosotros que marcan inicios y finales en nuestro trocito de mundo. Tenemos la capacidad de reír cuando queramos, incluso cuando más hundidos estemos, o al menos podemos intentarlo. Podemos hacer honor a la palabra que nos define “humanos” y de mil maneras diferentes y con tantos grados de complejidad que los más altos nos darán el rango de altruistas. Y aunque algunas veces el orgullo y el recuerdo de lo malo sean necesarios, son totalmente prescindibles. Son los sentimientos los que nos definen momentáneamente como personas, y aunque aparecen sin avisar, podemos lidiar con ellos. Con esto quiero decir que no somos dueños de las circunstancias, pero sí de cómo afrontarlas. Sólo tenemos que pensar en el final. Sí, en el final. Lo único que nos dará la posibilidad entonces de despedirnos dignamente serán los recuerdos merecedores de esbozar sonrisas. Al fin y al cabo estamos aquí para ser felices, cada uno a su manera, pero todos deberíamos ofrecernos esa oportunidad, ser inconformistas y aprovechar ahora que todavía no cuesta dinero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario