A veces se nos olvida que esto, la vida, es nuestra, que estaremos por
suerte o por desgracia (yo creo que por suerte) en lo más alto y en lo
más bajo que podamos imaginar. Si hoy llueve, mañana hará un sol que nos
calentara el alma entera, de pies a cabeza, y entonces no tendremos de
que quejarnos. Porque como muchos otros ya nos han dicho antes, la vida
son ciclos, etapas, tan ligadas a nosotros que marcan inicios y finales
en nuestro trocito de mundo. Tenemos la capacidad de reír cuando
queramos, incluso cuando más hundidos estemos, o al menos podemos
intentarlo. Podemos hacer honor a la palabra que nos define “humanos” y
de mil maneras diferentes y con tantos grados de complejidad que los más
altos nos darán el rango de altruistas. Y aunque algunas veces el
orgullo y el recuerdo de lo malo sean necesarios, son totalmente
prescindibles. Son los sentimientos los que nos definen momentáneamente
como personas, y aunque aparecen sin avisar, podemos lidiar con ellos.
Con esto quiero decir que no somos dueños de las circunstancias, pero sí
de cómo afrontarlas. Sólo tenemos que pensar en el final. Sí, en el
final. Lo único que nos dará la posibilidad entonces de despedirnos
dignamente serán los recuerdos merecedores de esbozar sonrisas. Al fin y
al cabo estamos aquí para ser felices, cada uno a su manera, pero todos
deberíamos ofrecernos esa oportunidad, ser inconformistas y aprovechar
ahora que todavía no cuesta dinero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario